Los descubrimientos científicos modernos han minado varios de los argumentos de la tradición astrológica, pero, en temporadas pasadas, tuvo una predominación omnipresente en la civilización occidental. Invadió las artes gráficas de la Edad Media y alcanzó su máximo esplendor en el Renacimiento. Aparte de su valor a nivel artístico y su herramienta médica, agrícola o únicamente adivinatoria, las representaciones astrológicas tenían un poderoso efecto talismán. «Confundido por las conjeturas en las columnas de ‘astrología’ de los diarios y gacetas populares –que en verdad nada tienen relación con la astrología seria- realmente pocas personas tienen un concepto genuina de lo que trata este viejo arte… Muchas personas se pregunta sobre la realidad subyacente tras la astrología, y ciertas empiezan a percatarse de que representa el sistema psicológico mucho más terminado que nos ha legado el pasado». Este comentario de Fred Gettings en su compendio histórico sobre astrología, quiromancia y tarot, Fate and Prediction (1980), no solo pone de relieve la relevancia de la astrología para el estudio de la psicología, sino de forma indirecta provoca problemas sobre el profundo efecto que este arte tuvo en otras ramas del entender humano, desde la religión y la filosofía hasta el arte en sus variadas manifestaciones. Para entender esta predominación es requisito comprobar la concepción que los viejos tenían de la astrología, considerada como la «mucho más científica de todas y cada una de las ciencias escondes», según señalaría O.Y también. Neugebauer, en su obra The Exact sciences in Antiquity (1951).
Manuscrito Iluminado de Saint Michael
Astrología y astronomía
Si bien tengan nombres afines es requisito confundir la astronomía con la astrología. La astronomía es una ciencia, que aplica el procedimiento científico a la observación y entendimiento del cosmos exterior en nuestro mundo, o sea, de la bóveda celeste, sus estrellas, planetas y elementos siderales.
Esta ciencia usa telescopios y otros instrumentos para conseguir conclusiones comprobables desde la luz de las estrellas y de las otras maneras de energía provenientes del espacio exterior.
Mesopotamia y los babilonios
Una rueda zodiacal en un mosaico del siglo VI de una sinagoga en Beit Alpha Israel, que tiene dentro elementos greco-bizantinos. (Fotografía: Wikimedia Commons, Dominio público)
Los sumerios en Mesopotamia, una zona histórica de Asia occidental, fueron los primeros en ver los movimientos de los planetas y las estrellas. Cerca del 3000 a. C., registraron y también identificaron las constelaciones y patrones sobresalientes. En Mesopotamia, los babilonios se transformaron en los primeros enormes astrónomos. Continuando con la investigación de los sumerios, los babilonios hicieron la primera rueda zodiacal.
Imitar la naturaleza
El hombre de el día de hoy se define a través del hombre de ayer con relación a los 2 dominios de los que es el nexo y el centro: la naturaleza y la historia. El mayor elogio para un artista es igualar o vencer a la naturaleza. La fórmula es tan general y también imprecisa que se aplica a los mucho más distintos estilos. Puede acrecentar el efecto de ilusión que hace equiparar el cuadro a un espéculo, la definición clara de un tipo o la obediencia a las leyes universales de la armonía; ella no excluye la utilización de formas imaginarias, que tienen la posibilidad de ser mucho más esenciales que los elementos de la experiencia y sobre los que Aristóteles había concedido la independencia al poeta; La referencia a la naturaleza es una manera de respaldar las ambiciones universales del arte: de ahí que el procedimiento de ciertas psiques, deseosas de no dejar empobrecer el término de arte, realizando suya la máxima de Filóstrato que define la pintura como mimesis, o sea, el arte de imitar la naturaleza. Desde el siglo XV y el avance del pensamiento humanista del arte, la oposición se siente entre la exigencia de universalidad caracteristica de la mimesis y el reconocimiento de una aptitud individual de creación, la expresión del ingenium , especial a cada artista en su obra. Leonardo da Vinci da una solución articulada a la oposición teorética entre la universalidad de la auténtica imitación y variantes particulares de representaciones miméticas: el alma de cada humano siendo individual y el juicio que dirige la invención formal, siendo una capacitad de el alma, da como resultado que toda imitación refleja la individualidad de cada creador: Ogni dipintore dipinge se ( todo pintor se pinta a sí mismo). El interés por el paisaje había aparecido en el arte florentino hacia 1460: desde sus inicios como artista, Leonardo parecía atraído por los accidentes de la naturaleza, la pelea entre las corrientes de agua y las rocas, los fenómenos enigmáticos de atmósfera, el azulado horizonte, la radiación de la luz. Fueron inconvenientes durables que su cabeza debió solucionar. Y para lograr las directivas del Tratado de la pintura, fue llevado a recorrer el largo sendero de una cosmología cuya intensidad llama la atención.