La mayor parte de los psicólogos, siquiatras, o algún otro licenciado en disciplinas de carácter empírico se daría las manos adelante en el momento de equiparar ciencia y astrología. Pero si algo tienen en común, es que con diferentes métodos y fuentes, las dos disciplinas procuran reforzar en la construcción de la personalidad, ofrecer una explicación a las formas de proceder de los individuos. Al fin y al cabo, estudiar el alma. De esta forma lo advirtió Carl Gustav Jung, acólito y después compañero del universal Sigmund Freud. El tiempo truncó la amistad entre los dos expertos por las diferencias teóricas; si bien no hay duda de que merced a ella Jung abrió una rendija de ocultismo en la siempre y en todo momento especial ciencia. Semeja inverosímil que unas estrellas ubicadas a años luz, o la situación de los planetas afecten cada día a día de la multitud de este mundo. Si bien esta concepción quizá se deba a que los secretos del cosmos todavía resultan indescifrables para la joven clase humana, y Jung fuera un adelantado a su tiempo al postular sus teorías.
La sincronicidad, o la astrología en el psicoanálisis de Jung
Jung desarrolló el término de “sincronicidad” en su teoría. Hablamos de un postulado que da presencia a la astrología en el psicoanálisis. La sincronicidad tiene relación a hechos que desarrollan una coincidencia. Están, suceden al unísono, pero están supuestamente desconectados entre sí. Como en el momento en que uno está pensando en algo poco usual, como un murciélago y una hora después ve uno en la ventana.
Para Jung, estas coincidencias obedecen a unos hilos invisibles que lo conectan todo. Esto coincide con los principios astrológicos. Según este conocimiento, hay fuerzas invisibles que manan del cosmos. Estas fuerzas se están mezclando todo el tiempo y dan sitio a que ocurran los hechos en la vida de un individuo.
¿SENTIMIENTO Y SUELO?
Jung define la función de sentimiento como “una suerte de enjuiciamiento, pero distinto del juicio intelectual en el momento en que se corrobora no con el propósito de entablar una conexión conceptual, sino más bien con un propósito de aceptación o recusación por próximamente subjetivas. La opinión por el sentir se prolonga a todo contenido de la conciencia, de cualquier clase que sea.” (23) De esta manera se tienen la posibilidad de apreciar pensamientos, intuiciones y experiencias.
La opinión se da en términos: satisfactorio – desapacible, exitación – mal. Hillman añade en una primera tentativa – tratando huír a estas coordenadas propias de la filosofía hedonista – el sentimiento estético (precioso – feo), ética (bueno – malo), humano (amor – odio; animado – deprimido) y biológico (atracción – repulsión) ) (24).