POR JUAN ARNAU
Las condiciones ajenas que se expresan a través de los hechos experimentales no dejan al científico ser bastante riguroso en la construcción de su planeta conceptual a través de la adhesión a un sistema epistemológico. De ahí que debe manifestarse frente al epistemólogo sistemático como un oportunista poco aprensivo.
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Con algo de ironía y fuerza de soberbia, la nota Contra la Astrología publicada en Gaceta Anfibia a fines de diciembre nos ofrece pasar la página del astrología y confinarla de una vez y para toda la vida en el sitio del mítico, del arcaico. Y por consiguiente del fallo y la falsedad. La ciencia puede probar extensamente la falta de consistencia experimental de la astrología y la falsedad de sus argumentos, afirma el creador. Frente este razonamiento, entonces, no habría considerablemente más que decir. A menos que reconozcamos que hablamos de un falso planteo.
Para lograr realizar esta afirmación Alberto Colorado efectúa tenuemente una operación discursiva: pone la discusión en el lote del lenguaje científico, con todo cuanto esto supone como alegato de poder. La ciencia, y con ella todo razonamiento que se recubre de cientificidad, disfruta de autoridad pues es un alegato hegemónico, un mecanismo que sobrepasa la práctica científica en sí y sus desenlaces. Como alegato de poder marcha desplazando del campo de lo legítimo, del espacio de lo verdadero, cualquier forma de conocimiento a través de su clasificación como no-científica. Pero antes, para lograrlo, un alegato de poder debe imponer y naturalizar un sistema de categorías de pensamiento. Colorado parte y se asegura desde la autoevidencia compartida de estas categorías, y define los términos en los que se genera el enfrentamiento. ¿Qué es el entender hegemónico, sino más bien la aptitud de imponer los términos en los que pensamos la verdad, los métodos y los límites? Sería absurdo entonces ingresar en discusión con el lenguaje dominante en el momento en que la astrologia ES otro lenguaje, otro modo de crear conocimiento que no se fundamenta ni en la prueba de la ciencia actualizada (si bien tiene su iniciativa de prueba) ni en la separación naturaleza-cultura, ni en la iniciativa de sujeto como agente único separado de un horizonte «natural».
Acusado de hereje por un horóscopo de Cristo
Otro individuos del siglo XVI que se movía entre hojas de cálculo y horóscopos fue Gerolamo Cardano (1501-1576). Como Dee o Brahe, Cardano resaltó en sus estudios científicos. Logró contribuciones al cálculo de posibilidades, sobresalió a álgebra y fue además de esto un médico respetado. Pero, exactamente la misma Dee y Brahe, era aficionado a escudriñar a las estrellas para llevar a cabo cartas astrales y conjeturas. En su esfuerzo por vaticinar el futuro llegó a realizar el horóscopo de Cristo, un atrevimiento que no agradó nada a la Iglesia. Cardano fue acusado de herejía en 1570 y pasó una temporada en prisión.
Si Brahe quedó en prueba al adivinar la desaparición de Solimán en el momento en que este ahora se encontraba criando malvas, a Cardano no le fue bastante superior en su faceta adivinatoria. Poco tras asegurar a Eduardo VI de Inglaterra que disfrutaría de una extendida y plena vida, el rey murió aquejado de tuberculosis. Ironías del destino, el tudor solo tenía 15 años. La «historia de historia legendaria negra» de Gerolamo afirma que el místico pronosticó la fecha de su muerte. Quizá cansado de que sus augurios no diesen al clavo, en 1576, exactamente el mismo día en que -según su predicción- debía dejar este planeta, Gerolamo se suicidó.
Casos habituales
Entendemos qué falla en las pseudociencias habituales. Por poner un ejemplo, la astrología no marcha si deseamos considerarla como algo que no sea un grupo de entrometidas metáforas sicológicas. Según la mejor ciencia actualizada, no hay duda de que los planetas no tienen la posibilidad de influir en nuestras personalidades o en el destino de los reinos así como imaginan los astrólogos. En el momento en que la somete a las pruebas correctas, la astrología no revela señal alguna sobre el estruendos de fondo. Además de esto, es bien difícil detectar un corpus de conocimiento consistente que tenemos la posibilidad de llamar astrología. Los opositores de estas opiniones están con un grupo de declaraciones alterables y frecuentemente contradictorias, que distribuyen un semejante de familia y los nudos históricos, pero que no encajan en ninguna narrativa de avance o estudio.
«Las pseudociencias tienden a ser proteccionistas y apologéticas, en lugar de estar estructuradas para fomentar la educación»