en defensa de la astrologia

Redactar en pleno siglo XX una DEFENSA Y también ILUSTRACIÓN DE LA ASTROLOGÍA puede parecer una compañía sin ningún sentido. ¿Por qué razón regresar sobre una quimera dejada por todos y cada uno de los sabios ya hace tres siglos? En nuestros tiempos, lo que se atreve a charlar de astrología solo se atrae una sonrisa entretenida o un movimiento de hombros importante. Este tema está ahora cerrado. Cuando menos, de esta manera se cree. No obstante, se olvida que la astrología es hoy día absolutamente ignota de la enorme mayoría de los científicos que la condenan. Se ignora que esta astrología jamás estuvo doblegada a un auténtico control. Se olvida que los espíritus mucho más ilustres de los siglos pasados ​​se interesaron todos en mayor o menor medida por este conocimiento, que se consideró la mucho más noble especulación intelectual. Se objeta frecuentemente que los progresos de la ciencia han demostrado que nada se puede aguardar de la astrología, que está irremisiblemente sentenciada. Verdad del pasado; fallo del presente.

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Con algo de ironía y fuerza de soberbia, la nota pasar la página de la astrología y confinarla de una vez y para toda la vida en el ubicación del mítico, arcaico. Y por consiguiente del fallo y la falsedad. La ciencia puede probar extensamente la falta de consistencia experimental de la astrología y la falsedad de sus argumentos, afirma el creador. Frente este razonamiento, entonces, no habría considerablemente más que decir. A menos que reconozcamos que hablamos de un falso planteo.

Para lograr realizar esta afirmación Alberto Colorado efectúa tenuemente una operación discursiva: pone la discusión en el lote del lenguaje científico, con todo cuanto esto supone como alegato de poder. La ciencia, y con todo razonamiento que se recubre de cientificidad, disfruta de autoridad pues hablamos de un alegato hegemónico, de un mecanismo que sobrepasa la práctica científica en sí y sus desenlaces. Como alegato de poder marcha desplazando del campo de lo legítimo, del espacio de lo verdadero, cualquier forma de conocimiento a través de su clasificación como no-científica. Pero antes, para lograrlo, un alegato de poder debe imponer y naturalizar un sistema de categorías de pensamiento. Colorado parte y se asegura desde la autoevidencia compartida de estas categorías, y define los términos en los que se genera el enfrentamiento. ¿Qué es el comprender hegemónico, sino más bien la aptitud de imponer los términos en los que pensamos la verdad, los métodos y los límites? Sería absurdo entonces ingresar en discusión con el lenguaje dominante en el momento en que la astrologia ES otro lenguaje, otro modo de crear conocimiento que no se fundamenta ni en la prueba de la ciencia actualizada (si bien tiene su iniciativa de prueba) ni en la separación naturaleza-cultura, ni en la iniciativa de sujeto como agente único separado de un horizonte «natural».

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