Ha pasado mucho más de un siglo desde aquella sorpresa primigenio frente al movimiento de las hojas de los árboles en La comida del bebé (Repas de bebé, Louis Lumière, 1985), pero la aptitud reveladora del cine de todo el mundo físico que nos rodea, si bien sea prudentemente, estuvo vigente durante la historia del medio. Éric Rohmer no era un ingenuo y, si bien afirmaba sentirse fascinado por las «maravillas de la naturaleza» 1, rechazaba tanto la simbología como las estampas de postal. A su comprender, el paisaje natural podía ser exhibido por la cámara, pero jamás se le debía ofrecer un concepto cerrado acorde con la trama ni inclinarse por un empleo complaciente o manipulador con el espectador. Esto no impide que la climatología, por la que el director de cine francés se preocupaba puntillosamente en sus rodajes y en la construcción de sus guiones, tenga una incidencia importante, así sea de manera intencionada o azarosa, en el devenir sensible de las criaturas rohmerianas. Muy especialmente, el viento es un fenómeno atmosférico que semeja anteceder o contestar al oír de los individuos en múltiples momentos excelentes de la serie Comedias y proverbios. Las hojas se agitan delicadamente en los planos/contraplanos poco a poco más cerrados y también íntimos en los que coquetean a François (Philipp Marlaud) y Lucie (Anne-Laure Meury) en el parque parisino Les Buttes Chaumont en La mujer del aviador (La Femme de l ‘aviateur, 1981); el viento capta la emoción de Sabine (Béatrice Romand) en el momento en que habla con Edmond (André Dussollier) en el balcón de una vivienda suntuosa en el campo en La buena boda (Le Beau Mariage, 1982), pero poco después la joven mira el movimiento de los árboles a solas a través del cristal de una ventana, hasta el momento en que una panorámica melancólica le deja para detenerse en el paisaje; Marion (Arielle Dombasle) arguye efusivamente con las manos que el cariño que Henri (Feodor Atkine) siente por ella es verdadero frente a la insistencia de su fallido amigo Pierre (Pascal Greggory) y el viento revuelve las hojas y su melena conforme incrementa la tensión verbal entre los dos en Pauline en la playa (Pauline à la plage, 1983); el sendero espeso al campo de Cherburg por el que pasea solitariamente Delphine (Marie Rivière), que aun palpa las plantas que le cubren y se detiene a olisquear unas flores silvestres, semeja cobrar vida con el estrépito del viento poco a poco más presente y Rohmer exhibe una secuencia de proyectos insertados de este ambiente natural agitado que terminan provocando la convulsión interior de la joven personaje principal de El rayo verde (Le rayon vert, 1986), que rompe a plañir en el acercamiento tortuoso con el paisaje como lo hacía Ingrid Bergman en el volcán de Stromboli, tierra de Dios (Stromboli, tierra di Dio, Roberto Rossellini, 1950); y, al final, en El amigo de mi amiga (L’Ami de mon amie, 1987), Blanche (Emmanuelle Chaulet) y Fabien (Eric Viellard), tras titubar por sus relaciones frustradas, terminan cediendo a su atracción en un bosque que Rohmer nos revela en movimiento a través de panorámicas y planos de las copas de los árboles en un vínculo directo con los amantes en los que se perciben ecos de una partida de campo (Partie de campagne, Jean Renoir, 1936), quizá la pelo película que mejor expresó esta conexión entre los fenómenos atmosféricos (lluvia, viento) y pulsión sexual. Relevantemente, Las noches de la luna llena (Les Nuits de la pleine lune, 1984) es el único largometraje de la serie Comedias y proverbios en los que los individuos no se desplazan a ámbitos naturales y en los que, por consiguiente, esta agitación de las hojas por el viento no posee sitio. Tanto es conque, en entre los encuentros en un café parisino, el seductor Octave (Fabrice Luchini) comparte abiertamente con su amiga Louise (Pascale Ogier) su rechazo al campo y festeja el revuelo de la vida urbana: «L aire está contaminado, pero puedo respirar, allí me ahogaría». No obstante, así como se recomienda desde el título, la naturaleza ausente terminará manifestándose en una noche singular, donde la heroína parecerá doblegada al influjo lunar.
El movimiento de las hojas en cinco películas de la serie Comedias y proverbios
Ritual lunar por manifestar
Octubre es un enorme instante para manifestar cualquier deseo que poseas utilizando que justo este mes observaremos las 4 fases lunares. Astrólogos comentan que las Lunas Repletas son el día cero del período lunar conque se abren portales esenciales de comunicación que puedes emplear a tu favor para plantar la semilla del deseo y agradecer.
Lo único que tienes que realizar es en un papel redactar a mano en tiempo pasado agradeciendo lo que quieres conseguir, tal como si ahora lo hubieses logrado visualizando que es una situación; por servirnos de un ejemplo: Gracias por el viaje que siempre y en todo momento había soñado o gracias por el coche que pude obtener; siempre y en todo momento en tiempo pasado. Sin doblarlo déjalo en una ventana o rincón donde sepas que se va a poder «mojar» con la luna a lo largo de cuando menos diez horas y vas a ver de qué manera el cosmos trabaja contigo a fin de que consigas lograrlo.
19 Octubre – oposición Sol-Urano, 17:34 UT, y Luna Novedosa en Libra, 19:11 UT
Para la fecha, tenemos la posibilidad de sentirnos un tanto en movimiento, pero intentamos de no rebelarnos. Ahora mismo, una pequeña restricción nos va a ayudar a efectuar los cambios apropiados.
La conjunción Sol-Júpiter se va a sentir en una escala macro, favoreciendo a los amos de Estado, jefes de gobierno, aristocracia, escenarios superiores de sistemas legislativos y religiosos, artistas de renombre: actores, pintores, músicos, diseñadores de tendencia, etcétera.
EFEMÉRIDAS
03/diez/2017
Venus en el perihelio. (Distancia heliocéntrica: 0.71842 U.A.)