Por Montserrat Villar (CSIC)*
La creencia en la astrología prosigue muy arraigada en la sociedad. Aún el día de hoy ocasionalmente brincan a sus sucesos instituciones educativas de prestigio que deciden acoger u ordenar tutoriales y congresos aplicados a la astrología, no desde un criterio histórico y crítico, sino más bien para la promoción de las prácticas en teoría adivinatorias. Quizás el misterio de su popularidad está en esa ingrediente sicológica que apela a las conmuevas de la multitud y su necesidad de aferrarse a algo tangible que dé respuestas y dé luz sobre un destino dudoso. En verdad, es destacable la reacción que lúcida entre sus varios seguidores cualquier razonamiento que se presente en oposición a la astrología. Esto de forma frecuente va seguido de virulentas acusaciones de dogmatismo infundado, inquisición al amparo de la ciencia, censura intelectual, etcétera.
Astrología y astronomía
Si bien tengan nombres afines, no debemos confundir la astronomía con la astrología. La astronomía es una ciencia, que aplica el procedimiento científico a la observación y entendimiento del cosmos exterior en nuestro mundo, o sea, de la bóveda celeste, sus estrellas, planetas y elementos siderales.
Esta ciencia emplea telescopios y otros instrumentos para conseguir conclusiones comprobables desde la luz de las estrellas y de las otras maneras de energía provenientes del espacio exterior.
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Con algo de ironía y fuerza de soberbia, la nota Contra la Astrología publicada en Gaceta Anfibia a fines de diciembre nos ofrece pasar la página del astrología y confinarla de una vez y para toda la vida en el sitio del mítico, del arcaico. Y por consiguiente del fallo y la falsedad. La ciencia puede probar extensamente la falta de consistencia experimental de la astrología y la falsedad de sus argumentos, afirma el creador. Frente este razonamiento, entonces, no habría considerablemente más que decir. A menos que reconozcamos que hablamos de un falso planteo.
Para lograr realizar esta afirmación Alberto Colorado efectúa tenuemente una operación discursiva: pone la discusión en el lote del lenguaje científico, con todo cuanto esto supone como alegato de poder. La ciencia, y con ella todo razonamiento que se recubre de cientificidad, disfruta de autoridad pues es un alegato hegemónico, un mecanismo que sobrepasa la práctica científica en sí y sus desenlaces. Como alegato de poder marcha desplazando del campo de lo legítimo, del espacio de lo verdadero, cualquier forma de conocimiento a través de su clasificación como no-científica. Pero antes, para lograrlo, un alegato de poder debe imponer y naturalizar un sistema de categorías de pensamiento. Colorado parte y se asegura desde la autoevidencia compartida de estas categorías, y define los términos en los que se genera el enfrentamiento. ¿Qué es el comprender hegemónico, sino más bien la aptitud de imponer los términos en los que pensamos la verdad, los métodos y los límites? Sería absurdo entonces ingresar en discusión con el lenguaje dominante en el momento en que la astrologia ES otro lenguaje, otro modo de crear conocimiento que no se fundamenta ni en la prueba de la ciencia actualizada (si bien tiene su iniciativa de prueba) ni en la separación naturaleza-cultura, ni en la iniciativa de sujeto como agente único separado de un horizonte «natural».
Guardianes del cosmos al vencer el mal
“Esta legitimidad (y dale la legitimidad hermana) frecuentemente es vista como imposición, y se disminuye a meditar que la crítica cabe en la astrología o su impugnación se fundamenta que no es ciencia. No obstante, el arte tampoco lo es y absolutamente nadie considera que es un entender poco apreciado que no debería incluirse en las luchas sociales. Absolutamente nadie afirmaría que un género de conocimiento está anticuado solo pues no es científico”.
En lo que se refiere al valor que tienen la posibilidad de dar estos saberes a las luchas sociales, Karina afirma: “Desde la narración de los feminismos se charla de una exclusiva ola o de un nuevo instante/etapa y, como toda situación de origen, es precisa una genealogía ahora la vez una separación. Veo que se posiciona la apelación a los saberes ancestrales, como una manera de producir nudos de continuidad, y al llevarlos a la sociedad de hoy se genera una separación y apropiación que da rincón a lo más reciente”. Entonces no hay un deseo de vuelta a un pasado pre-científico, sino más bien una intención de futuro poniendo un freno al presente.
El Zodiaco
El pueblo caldeo-asirio inventó el Zodiaco de 18 constelaciones, más allá de que más tarde llegó a ser de 11 y tras 12 como los meses del año basado en las lunaciones. Esto deja a un lado constelaciones como Ophiucus, que tiene una extensión temporal de prácticamente tres ocasiones mucho más que el signo de Escorpio, pero que fué descartada del grupo, sin explicación alguna por la parte de los astrólogos.
La astrología y sus signos es dependiente de las civilizaciones que consideremos: babilónica, egipcia, grecolatina, china, de Japón, centrosudamericana, etcétera. ¿De qué manera es viable? ¿Con cuál quedarnos? Ninguna contestación de los astrólogos.