En tiempos primordialmente científicos profesionales resulta que reaparece en las comunidades el gusto por saberes viejos como la astrología. Las cuentas y canales de astrología experimentan cierto revival, comentan que entre la multitud joven y actualizada, alguna de la que se toma lo que es astrológico seriamente al paso que otra le aplica su mirada irónica frecuente. En todo caso, hay gente que regresa a ver a los cielos (o, en su defecto, al Instagram) en pos de explicaciones a los temas humanos y al inexplicable carácter propio y del prójimo.
En el momento en que todo semeja tener explicación menos el algoritmo Fb o la fórmula de la Coca Cola, los humanos volvemos a estar sedientos espectacular y secreto. Max Weber calificó este fin de los secretos que transporta la contemporaneidad como el “infortunio de todo el mundo”, y tiende a ser acompañado por ciertas corrientes que desean regresar a encantarse a través de la superstición, el esoterismo, las conspiranoyas o la religión, todo en coctel, en este momento , con el pixel y el flúor. En la posmodernidad, donde se desmoronan las metarranaciones habituales, se dan estos movimientos tectónicos en el sustrato del conocimiento.
Astrología y astronomía
Si bien tengan nombres afines, no debemos confundir la astronomía con la astrología. La astronomía es una ciencia, que aplica el procedimiento científico a la observación y entendimiento del cosmos exterior en nuestro mundo, esto es, de la bóveda celeste, sus estrellas, planetas y elementos siderales.
Esta ciencia usa telescopios y otros instrumentos para conseguir conclusiones comprobables desde la luz de las estrellas y de las otras maneras de energía provenientes del espacio exterior.
Aditivos sigilosos y otras malas prácticas
La recolección, transporte, distribución y venta de las frutas se convirtió en las últimas décadas en un mecanismo impresionantemente complejo. La mayor parte recorren aun cientos de km antes de su consumo. Para hallar una gesta afín fué preciso recurrir a una amplia y extensa pluralidad de modelos químicos que dejen una recolección precoz de las frutas, su conservación prolongada y sostener apartados cualquier clase de agente patógeno que las logre estropear y bichos distintos que logren querer comerlas antes que cualquier humano. .
Todas y cada una estas substancias terminan, de una u otra forma, haciéndose una parte de las frutas y pasando a nuestro cuerpo en el momento en que las ingerimos, de ahí que la máxima recomendación, aparte de lavar bien y mondar cada fruta antes de consumirla, sería verdaderamente priorizar la selección de frutas locales que requieran la menor manipulación y conservación viable, reduciendo de esta forma la oportunidad de consumir aquellas que no hayan cumplido correctamente con su desarrollo natural de maduración, viéndose perjudicada nuestra calidad de los nutrientes que deberían aportarnos.