En tiempos primordialmente científicos profesionales resulta que reaparece en las comunidades el gusto por saberes viejos como la astrología. Las cuentas y canales de astrología experimentan cierto revival, comentan que entre la multitud joven y actualizada, alguna de la que se toma lo que es astrológico seriamente al tiempo que otra le aplica su mirada irónica frecuente. En todo caso, hay gente que regresa a ver el cielo (o, en su defecto, al Instagram) en pos de explicaciones a los temas humanos y al inexplicable carácter propio y del prójimo.
En el momento en que todo semeja tener explicación menos el algoritmo Fb o la fórmula de la Coca Cola, los humanos volvemos a estar sedientos espectacular y secreto. Max Weber calificó este fin de los secretos que transporta la contemporaneidad como el “infortunio de todo el mundo”, y tiende a ser acompañado por ciertas corrientes que desean regresar a encantarse a través de la superstición, el esoterismo, las conspiranoyas o la religión, todo en coctel, en este momento , con el pixel y el flúor. En la posmodernidad, donde se desmoronan las metarranaciones habituales, se dan estos movimientos tectónicos en el sustrato del conocimiento.
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En el momento en que amigos y familiares no científicos me preguntan de qué signo soy, contesto “positivo”. A mi provocación, que no en todos los casos es tomada con humor, le sucede un invariable “dale, no me afirmes que no tienes idea de qué signo sos”. Y desde este punto se despliegan los vértices de una charla cuyos decibelios el tiempo me enseñó a moderar, y cuya pasión es delgada hermana del enfrentamiento político, o aun del espiritual: la lógica de los devotos de astrología es inmune a mis razonamientos científicos.
El primer punto de discrepancia es la iniciativa de que la astrología tiene mucha ciencia. Con variaciones mínimas, el razonamiento se sostiene en que no solo es ciencia lo que se aprende en las universidades, que hay mucha soberbia entre la multitud que tiene títulos científicos y descalifican la astrología sin comprender que de todos modos es una ciencia “diferente de la que estudiaste usted”.
La astrología se considera una pseudociencia pues no hay una base experimental que certifique sus métodos
La mayoría de los astrólogos defienden que su profesión es una ciencia pero no, no es así . Al tiempo que la ciencia se apoya en patentizas, la astrología lo realiza en críticas y opiniones. Al fin y al cabo, en ocasiones que aún no se pudieron probar de qué manera cree Mireya Peñalver, estudiante de periodismo: «La astrología no revela ninguna evidencia a nivel científico, que certifique o logre asegurarme de que lo que pasará». Pero según Hristina Miroslavova, estudiante de Comunicación Audiovisual y astróloga como afición: «La astrología es mucho más bien una pseudociencia, por el hecho de que el astrólogo una parte de unos conceptos que relaciona y también interpreta como elementos».
Según la Opinión de Málaga desde el año 2020 las buscas en Internet sobre astrología se han disparado y marcan como causa primordial la sensación de indecisión además del simple ingreso a través de los gadgets móviles inteligentes y las comunidades. La gente que creen en la astrología estiman que los fenómenos celestes tienen la posibilidad de condicionar la personalidad y la vida diaria de los humanos. Es la práctica de «saber el futuro» según la situación de los astros y marcha desde Babilonia.